Los imbéciles no van al infierno

En 1960 cumplí quince años con una clara tendencia a la imbecilidad. En la década que empezaba, dada mi doble condición de cretino y soplagaitas, que me había creído que por pellizcar el culo a una chavala me condenaba al fuego eterno, la única posibilidad para ser admitido en un grupo de gente de mi edad era convertirme en el pringaíllo que ponía discos en los guateques. Último recurso al que agarrarme para conseguir, aunque solo fuera los sábados por la noche, un lugar bajo la luna.
Estos son los recuerdos de un chaval que ponía discos en los guateques, en la Sevilla de Campanal, Bueno Monreal, la Feria en el Prado de San Sebastián y las riadas del Tamarguillo; un chaval, que si bien no tenía muchas luces de que presumir, al menos nunca salió a la calle sin llevar en sus bolsillos cuarto y mitad de curiosidad, la obsesión por un romance y un cachito de locura.

Especificaciones técnicas

Edición impresa

ISBN: 978-84-472-1412-9

Referencia: 300169

Año de Publicación: 2012

Páginas: 176

Formato: 11 x 18 cm

Encuadernación: Rústica

Colección: BOLSILLO

Nº: 169

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