La obra ha sido la ganadora del Premio de monografías ‘Nuestra América’ y ha sido coeditado por la Editorial Universidad de Sevilla, la Diputación de Sevilla y el CSIC
El libro El arte de la carrocería en Nueva España, escrito por el profesor de la Universidad de Sevilla Álvaro Recio Mir, analiza la trascendencia social del coche en México, desde su implantación tras la conquista hasta el siglo XIX, tras la independencia. Ha sido coeditado por la Editorial Universidad de Sevilla, la Diputación de Sevilla y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), como obra ganadora del Premio de Monografías 'Nuestra América'.
Surgidos al final de la Edad Media, los coches de caballos fueron llevados a América por la corona de Castilla, inmediatamente después de la conquista. En la capital de Nueva España arraigó su uso muy pronto, convirtiéndose en símbolo de estatus privilegiado y de la sociedad cortesana barroca, de manera que fueron usados por los virreyes en sus entradas triunfales en México desde mediados del siglo XVII.
De hecho, “el carruaje formaba parte del mobiliario social y familiar para proyectar al exterior el estatus social del individuo. El lujo era muy importante, porque en las Indias se permitía la movilidad social y por ello existían esas indumentarias ostentosas, una obsesión por la heráldica, magníficas casas coloniales y, por supuesto, los carruajes, muchos de los cuales eran auténticos palacios rodantes”, según explicó durante la presentación el catedrático de Historia de América de la Universidad de Sevilla Ramón Mª Serrera.
En 1706 se fecha la fundación del gremio de carroceros de la ciudad de México, cuyas ordenanzas permiten conocer el desarrollo de este arte, que tuvo repercusiones en el urbanismo y en la arquitectura. El sentido barroco de los coches del siglo XVIII hizo que a las técnicas específicamente carroceras se sumaran otras actividades artísticas en los carruajes, como las labores de talla que los adornaban, las pinturas que recubrían sus cajas, la tapicería que los forraba o la guarnicionería que los unía a los animales de tiro.
La rápida evolución de la carrocería ocasionó que las ordenanzas del gremio mexicano tuvieran que sustituirse hasta en tres ocasiones en apenas un siglo, de manera que al final del virreinato se debatió en el marco académico propio del neoclasicismo el concepto mismo de coche, que fue entendido como una obra de arte total.
Álvaro Recio destacó la trascendencia que tuvieron los carruajes en el territorio que más tarde sería México: “En la sociedad de los siglos XVI al XIX, los coches tuvieron un interés muy parecido al que hoy tienen los automóviles; todo se articulaba a su alrededor. Incluso, la historia del coche ayuda a entender la del propio virreinato y se dictaron normas de circulación para evitar atascos y accidentes”, como sucede en la actualidad.
Durante los dos primeros siglos se trata de un medio de transporte eminentemente urbano, debido sobre todo a las deficientes condiciones de los caminos y no es hasta finales del siglo XVIII cuando comienza a ser usado para trayectos interurbanos. De esta forma se crean también los servicios públicos de transporte, con las diligencias (para varias personas) y el servicio de taxis.
El autor
El autor, Álvaro Recio Mir, es doctor en Historia del Arte y profesor titular de la Universidad de Sevilla. Su trayectoria investigadora comenzó abordando aspectos de la arquitectura, escultura y el retablo en Andalucía, desde el Renacimiento al Neoclasicismo. Desde hace más de una década ha sumado una línea de investigación que examina el coche de caballos como objeto de análisis histórico y artístico.